Suena el tétrico silencio fuerte, no escucho nada más que su estruendo. Es de esos lunes, que desde la ventana se ven sin el bullicio cotidiano en el pueblo. Ni el perro latoso de la vecina ladra tras su oxidada reja jamás pintada (especulo yo). Es que es día de la Virgen del pueblo. Todo mundo se ha ido a la romería, excepto en mi empresa. Ya que el dueño es un algo ambicioso judío. Creo que es un buen momento para prender mi regadera y disfrutar los pocos minutos de agua caliente. Es que mi papá tiene la obsesión por el ahorro de gas, y ya estoy cansado de la eterna pelea de subir y bajar la rondilla de temperatura. Mejor me ahorro los gritos y me apuro para poder desayunar un plato de “riquísima” avena o un par de “suculentos” huevos fritos. Es que hoy llevo de sobremanera prisa por salir a mi rutina diaria, quedé de verme con Elisa en la comida. Es tan bella (que mujer tan regia).
Llego a mi oficina un par de minutos antes de lo normal. Creo que es el momento ideal para hacerme un buen café cargadito. Así me evito en la cola la trivial y absurda charla con mis compañeros de trabajo.¿Qué tal marcha todo? ¿Cómo te amaneció? ¿Qué pendientes tenemos para hoy? O el clásico ¿Cómo ves al chiverio para la liguilla? Que no se dan cuenta que finjo cada palabra dentro de esas irrelevantes pláticas (El fútbol dejó de ser de mi interés en la secundaria) .Seguramente ellos hacen lo mismo al enfrentar uno de mis ácidos comentarios, según yo amenos y satíricos. En fin ya faltan solo cuatro horas para ver a Elisa, entre el teclado y las llamadas se irán como agua entre las manos (decía mi abuelo) espero.
Ya es hora, mejor me apuro para llegar al único restaurante abierto. Es uno de esos de franquicia americana, que no cierran ni en Navidad. Comida sin sazón, pero eso sí muy higiénicos en teoría para el tercer mundo latinoamericano. Ella llega radiante con una sonrisa que la hace lucir aún más bella. Llega (dejando una estela de aroma inolvidable), me saluda (un beso y un cálido abrazo que me estremece) y ordenamos un sándwich cada quien. Yo pedí uno de pierna de pavo (espero que se vea como en la foto del menú, pero eso jamás pasa). Comenzamos a platicar como siempre entre emociones y anécdotas recientes. Siempre me ha gustado, pero desde hace unos meses más. Últimamente no nos hemos visto por su nuevo trabajo en el banco, el cual le trae muy ocupada. Es recepcionista en el mostrador de informes, ya que de cajera sería un absoluto fracaso. No es digamos un genio en matemáticas básicas.
Mediante se va dando la plática me confiesa algo bastante imprevisto. Que en su trabajo ha conocido a un hombre fantástico y excepcional. Uno de esos que podemos denominar un buen partido. Y que piensa casarse con él después de un corto noviazgo de un mes (típica mujer idealizando en un breve tiempo un príncipe azul). Que espera verme en seis meses ahí en la iglesia para compartir ese importante momento de su vida. No me queda más que aceptar muy amablemente fingiendo gran gusto. Pero lo que en realidad llegó a mi mente fue decepción al ver lo impulsiva e inmadura que llegó a ser. No la culpo el amor es muy canijo siempre. Si tomó la decisión correcta no lo sé (espero que no), pero eso ya no es importante. Por guardar un sentimiento me he quedado con las perras ganas de sacarlo.
Creo que no me queda más que regresar a mi gris oficina. Volver a planear como salir del encierro de lo cotidiano. Cada día se vuelve más difícil, más bien, yo creo que se ve más distante esa vida soñada. Elisa no era la salida ni entrada a mi destino, tal vez vendrá luego algo más.
No comments:
Post a Comment